En
la segunda mitad del siglo XIX, el interés por la historia húngara y la
historia de la noción húngara de China convergieron en varios puntos.
Historia, lingüística, etnografía e historia del arte se acompasaron con
el el mito húngaro de la ascendencia oriental. La primera expedición
científica a China (1877-1880) fue liderada por el conde Béla Szécheny.
Pretendía encontrar a los ancestros de los húngaros que hubieran
permanecido en Asia. La expedición no iba a dar resultados positivos en
este aspecto sino en ciencias naturales, geografía y geología. Debido a
la excelente formación científica de sus miembros así como a los
modernos instrumentos de exploración, la expedición hizo importantes
observaciones científicas y recogió una gran cantidad de datos,
contribuyendo así grandemente al conocimiento de China.
El
conde Jenõ Zichy organizó por su cuenta tres expediciones a Asia con el
objetivo de averiguar las leyendas de sus origen familiar. La primera
fue en 1895 al Cáucaso y la segunda en 1896 al Turquestán. En la tercera
expedición (1897-1898) Zichy llegó a Pekín desde Urga y el Desierto del
Gobi. Los participantes en la expedición pasaron tres semanas en
Shanghai y luego partieron hacia Hong-Kong antes de volver a casa
pasando por Singapur, Colombo, Aden, Alejandría y Brindisi. El conde
Zichy prestó especial atención al material arqueológico, con el que
suponía que iba a revelar la localización de la patria original de los
húngaros. El principal objetivo de estas expediciones era recopilar y
examinar el material y los documentos relativos a la época de los
primeros gobernantes húngaros, la Casa de Árpád (897-1301), que fueron
expoliados de Hungría por Batu Khan en 1241.